Read Todo por una chica Online

Authors: Nick Hornby

Todo por una chica (2 page)

BOOK: Todo por una chica
10.35Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Por cierto, a partir de ahora Tony Hawk es TH, que es como yo le llamo. La mayoría de la gente le llama Birdman, Hombre-pájaro, por lo de que es un Hawk y demás
[2]
, pero eso a mí me suena un poco a norteamericano. Y lo que pasa también es que la gente a mi alrededor son como borregos y piensan que Thierry Henry es el único deportista cuyas iniciales son TH. Bien, pues no lo es, y me encanta cabrearles. Las letras TH son como mi código personal y secreto.

¿Por qué estoy mencionando aquí mis conversaciones con TH? Porque me acuerdo de haber estado contándole que las cosas me estaban yendo bastante bien aquella temporada. Hacía sol, y me pasaba la mayor parte del día en Grind City, que, quizás lo sepa o quizás no, es un parque para patinar, que está a unas cuantas paradas de autobús de mi casa. Me refiero a que lo más probable es que no sepáis que está a poca distancia en autobús desde mi casa, porque vosotros no sabéis dónde vivo, pero a lo mejor sí habéis oído hablar del parque de los skaters, si es que estáis en la onda, o si conocéis a alguien que está en la onda. De cualquier forma, Alicia y yo fuimos al cine aquella tarde, y puede que fuera la tercera o cuarta vez que salíamos, y yo estaba muy, muy por ella. Y cuando llegué a casa, mi madre estaba viendo un DVD con su amiga Paula, y me pareció feliz, aunque puede que no fuera más que mi imaginación. Puede que el feliz fuera yo, porque estaba viendo un DVD con Paula y no con Steve, su novio basura.

—¿Qué tal la película? —me preguntó mi madre.

—Buena —dije.

—¿Has visto algo de ella? —dijo Paula. Y yo me fui directamente a mi cuarto, porque no quería tener ese tipo de charla con ella.

Me senté en la cama, y miré a TH, y le dije:

—Las cosas no me van tan mal. Y él dijo:

—La vida es estupenda. Nos mudamos a una casa más grande, junto a una laguna, cerca de una playa y, lo que es más importante, con una verja.

Como ya he dicho, no todo lo que dice TH viene exactamente a cuento. No es culpa suya. Es que el libro no es lo bastante largo. Me gustaría que tuviera un millón de páginas, por las razones siguientes: a) porque seguro que entonces aún no lo habría terminado, y b) porque siempre tendría algo que decirme sobre cualquier cosa.

Y le conté que habíamos pasado el día en Grind City, y las destrezas que había estado practicando, y luego le conté algo que por lo general no suelo tocar en mis charlas con TH. Le conté un poco lo de Alicia, y cómo le iban las cosas a mi madre, y cómo Paula estaba sentada donde normalmente se sienta Steve. Él no tenía mucho que decir sobre el asunto, pero de alguna manera tuve la impresión de que lo que le contaba le interesaba.

¿Todo esto os suena a locura? Puede que sí, pero no me importa, la verdad. ¿Quién no habla con alguien en su cabeza? ¿Quién no habla con Dios, o con su mascota, o con alguien a quien ama y que ha muerto, o tan sólo consigo mismo? TH... Él no era yo. Pero era quien yo quería ser, por lo que se convertía en la mejor versión de mí mismo, y eso no puede ser malo, tener a la mejor versión de ti mismo en la pared del dormitorio, mirándote. Hace que te sientas como si no tuvieras que fallarte a ti mismo nunca.

De todas formas, todo lo que estoy diciendo es que hubo un tiempo —puede que fuera un día, puede que unos cuantos, ahora no me acuerdo bien— en que todo parecía cuadrar bien. Y, claro, ya iba siendo hora, pues, de joderlo todo.

2

Un par de cosas más, antes de seguir con esto. La primera, mi madre tenía treinta y dos años en la época de la que estoy hablando. Es dos años mayor que David Beckham, un año mayor que Robbie Williams, cuatro años menor que Jennifer Aniston. Se sabe todas las fechas. Si quieres te hace una lista mucho más larga. Pero en su lista no habría gente joven de verdad. Nunca dice: «Soy catorce años mayor que Joss Stone», o algo por el estilo. Sólo conoce gente que tiene más o menos su edad y con muy buen aspecto.

Durante un tiempo ni siquiera se notaba que no tenía edad suficiente para ser madre de un chico de quince años, pero este año pasado, en particular, la cosa ha empezado a parecer un poco extraña. En primer lugar, he crecido unos diez centímetros, así que la gente cree que es mi tía, o incluso mi hermana. Y además... No hay forma buena de decir esto. Os diré lo que voy a hacer. Repetiré la conversación que tuve con Conejo, que es ese tío que conozco de patinar. Es como dos años mayor que yo, y va también a Grind City, y nos vemos de vez en cuando en la parada del autobús, con nuestra tabla, o en la Hondonada, que es el otro sitio donde practicamos cuando no podemos ir a Grind City. No es exactamente una hondonada. Es como un estanque de cemento que se suponía que iba a alegrar los apartamentos de los alrededores, pero que ya no tiene ni una gota de agua dentro, porque empezaron a preocuparse de que los niños pudieran caer en él y ahogarse. Tendría que haberles preocupado que los niños pudieran bebérselo, si queréis saber mi opinión, porque la gente meaba en él cuando salían del pub y demás, camino de casa. Ahora está vacío, así que si buscas dónde patinar un rato —cuando tienes media hora libre, por ejemplo— es el sitio perfecto. Hay tres de nuestra afición que lo usamos continuamente: yo, Conejo y Basuras, que en realidad no sabe patinar, y por eso le llaman Basuras, pero que sí sabe hablar con dos dedos de frente. Si quieres aprender algo de skate, observa a Conejo. Si quieres una conversación que no sea completamente mema, habla con Basuras. En un mundo perfecto, existiría alguien con la pericia de Conejo y el cerebro de Basuras, pero, como seguro que sabéis, no vivimos en un mundo perfecto.

Así que esa tarde estaba yo pasando el rato en la Hondonada, y me encontré con Conejo, y..., bueno, como ya he dicho, Conejo no es que sea una lumbrera, pero, bueno, así y todo... Esto es lo que dijo:

—¿Qué hay, Sam? —dijo.

¿Os había dicho que me llamaba Sam? Bien, pues ahora ya lo sabéis.

—¿Todo bien?

—¿Cómo va todo, tío?

—Muy bien.

—Genial. Eh, Sam, ya sé lo que iba a preguntarte. ¿Conoces a tu madre?

¿Veis a lo que me refiero cuando digo que Conejo es espeso? Se lo dije: conozco a mi madre.

—¿Está saliendo ahora con alguien?

—¿Mi madre?

—Sí.

—¿Por qué quieres saber si mi madre está saliendo con alguien? —le pregunté.

—Ocúpate de tus asuntos —dijo él. Y se puso rojo como un tomate.

No podía creer lo que estaba oyendo. ¡Conejo quería salir con mi madre! De repente tuve una visión de mí mismo llegando al apartamento y viéndolos a los dos hechos un ovillo en el sofá, viendo un DVD, y no pude evitar sonreír. Mi madre no es que fuera la mejor jueza en asuntos de novios, pero no era tan estúpida.

—¿Qué te parece tan gracioso? —dijo Conejo.

—No, no, nada. Pero... ¿cuántos años crees que tiene mi madre?

—¿Cuántos años? No lo sé.

—¿Cuántos años le echas?

Se quedó mirando al aire, como si tratara de verla flotando.

—¿Veintitrés? ¿Veinticuatro?

No me reí. Conejo era tan tonto que estaba mucho más allá de toda posible risa.

—Bueno, voy a echarte una mano. ¿Qué edad tengo yo?

—;TÚ?

No veía la relación.

—Sí, yo.

—No sé...

—Vale, tengo quince años.

—Ya. ¿Y qué?

—Pues eso. Pon que tuviera veinte cuando me tuvo. —No iba a decirle la verdad de los años que tenía cuando me tuvo. Podían no parecerle suficientes para desanimarlo.

—Ya. —De pronto lo captó—. Oh, tío. Es tu madre. No había caído. O sea, sabía que era tu madre, pero no había hecho..., eso, las cuentas... Mierda. Escucha, no le digas que te lo he preguntado, ¿vale?

—¿Por qué no? Se va a sentir muy halagada.

—Sí, pero..., ya sabes. Treinta y cinco. Estará ya un poco desesperada. Y yo no quiero una novia de treinta y cinco años.

Me encogí de hombros.

—Si estás seguro...

Y eso fue todo. Pero entendéis lo que estoy diciendo, ¿verdad? Conejo no es el único. Mis otros amigos nunca dirían nada, pero lo veo por la manera en que le hablan: les parece estupenda. Yo no entiendo lo que ven, pero es normal que no lo veas si se trata de alguien tan cercano, ¿no? Pero no importa lo que yo piense. El caso es que tengo una madre de treinta y dos años que gusta a la gente,
a la gente de mi edad.

Y aquí va la otra cosa que quería decir. La historia de mi familia, hasta donde yo sé, siempre es la misma historia, una y otra y otra vez. Alguien —mi madre, mi padre, mi abuelo...— empieza la cosa pensando que les va a ir bien en el colegio, y luego puede que en la universidad, y luego haciendo montones de dinero. Pero, en lugar de eso, hacen algo estúpido, y se pasan el resto de su vida tratando de enmendar su error. A veces parece que los hijos siempre mejoran lo que han conseguido en la vida sus padres. Ya sabéis, el padre de alguien era minero del carbón, o lo que sea, y su hijo llega a jugar en un equipo de primera división, o gana el Pop Idol, o inventa Internet. Esas historias le hacen a uno sentir que el mundo entero está en una senda ascendente. Pero en nuestra familia la gente siempre resbala en el primer escalón. De hecho, las más de las veces ni siquiera encuentran las escaleras.

No hay premios por adivinar el error que cometió mi madre de treinta y dos, años, y lo mismo vale para mi padre de treinta y tres años. El padre de mi madre cometió el error de pensar que iba a ser futbolista. Así era como iba a ganar montones de dinero. Le ofrecieron jugar en el equipo juvenil de los Queens Park Rangers, en la época en que los Rangers eran buenos. Así que mandó a paseo el colegio y firmó el contrato, y duró en el equipo dos años. Actualmente, a los chicos les hacen examinarse y demás —dice—, y así tienen algo a lo que volver si fracasan. A él no le hicieron ni exámenes ni nada, y a los dieciocho años se vio fuera del campo, sin oficio ni beneficio. Mi madre piensa que, si las cosas hubieran sido de otro modo, habría ido a la universidad, pero en lugar de ello se casó justo antes de cumplir diecisiete años.

Todo el mundo pensaba que yo iba a hacer alguna estupidez con mi afición a patinar, y yo no hacía más que decirles que no había ningún riesgo de hacer ninguna estupidez en ese campo. Tony Hawk se hizo profesional a los catorce años, pero ni siquiera en California pudo hacer ningún dinero con ello durante un tiempo. ¿Cómo iba yo a hacerme profesional en Islington? ¿Quién iba a pagarme? ¿Y por qué? Así que dejaron de preocuparse por el skate y empezaron a preocuparse por el colegio. Sabía lo importante que era para ellos. Y también para mí era muy importante. Quería ser la primera persona en la historia de la familia que conseguía un título en algo mientras aún estaba en el colegio. (Mi madre consiguió un título después, pero fue porque tuvo que dejar el colegio para tenerme a mí.) Iba a ser yo quien rompiera esa tradición. La señora Gillett me había preguntado si pensaba hacer arte y diseño en la universidad... Era algo fantástico. Fui directamente a casa y se lo conté a mi madre. Y ojalá me lo hubiera guardado para mí solo.

Alicia no iba a mi colegio. Y eso me gustaba. He salido con chicas del colegio, y a veces todo parece muy infantil. Te escriben notas y demás, y aunque no estén en tu clase te topas con ellas unas cincuenta veces al día. Te hartas de ellas antes de haber estado con ellas en algún sitio, poco más o menos. Alicia iba al St. Mary and St. Michael, y me gustaba oírle contar cosas de profesores que no conocía y de chicos y chicas que nunca había visto. Así teníamos mucho más de que hablar. Te aburre estar con alguien que sabe hasta cada grano que tiene en la cara Darren Holmes.

La madre de Alicia conocía a mi madre del ayuntamiento. Mi madre trabaja para el ayuntamiento, y la madre de Alicia es concejal, que es como ser primer ministro, sólo que no manda en todo el país sino sólo en un pedacito de Islington. O de Hackney, o de donde sea. Es un poco perder el tiempo, para mi gusto. No es como lanzar bombas sobre Osama Bin Laden o algo parecido. Lo que hacen es hablar sobre cómo conseguir que haya más quinceañeros que utilicen las bibliotecas y demás, y así es como se conocieron la madre de Alicia y mi madre.

En fin, era el cumpleaños de la madre de Alicia, y daba una fiesta, e invitó a mi madre. Y le pidió que me llevara. Según mi madre, Alicia había dicho que tenía ganas de conocerme. Yo no podía creérmelo. ¿Quién dice cosas de ese tipo? Yo no. Y ahora que conozco a Alicia, ella tampoco. A mí me gustaría conocer a TH, por ejemplo, y a Alicia le gustaría conocer, no sé, a Kate Moss o a Kate Winslet o a cualquier chica famosa que tenga una ropa preciosa. Pero no vas por ahí diciendo que te gustaría conocer al hijo de alguien que tu madre conoce de las reuniones municipales. La madre de Alicia estaba intentando que su hija hiciese ami gos, si queréis saber mi opinión. O, al menos, intentaba encontrarle amigos, y quizás un chico con quien salir, que tuviera su aprobación. Bien, pues le salió mal la jugada, ¿no?

No sé por qué fui, ahora que lo pienso. La verdad es que lo que digo no es totalmente cierto. Fui porque le dije a mi madre que no quería ir, que no quería conocer a ninguna chica que a ella le gustase. Y mi madre dijo:

—Claro que quieres, créeme.

Y lo dijo absolutamente en serio, y eso me sorprendió. La miré.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque la he conocido.

—¿Y crees que me va a gustar?

—Lo único que puedo decirte es que gusta a todos los chicos.

—¿Quieres decir que es como una putilla?

—¡Sam!

—Perdona. Pero lo que has dicho suena a eso.

—Pues es exactamente lo que no he dicho. He sido muy cuidadosa. He dicho que gusta a todos los chicos. No he dicho que a ella le gusten todos los chicos. ¿Ves la diferencia?

Mi madre siempre piensa que soy un sexista, así que trato de ser cuidadoso, no sólo con ella, sino con todo el mundo. Es algo que les parece muy importante a algunas chicas. Si dices algo que no es sexista a la chica del tipo adecuado, le gustas más. Pongamos que uno de tus amigos está diciendo que las chicas son tontas, y vas tú y dices: «No
todas
las chicas son tontas»; puedes quedar como alguien estupendo. Tiene que haber chicas escuchándote, por supuesto. Porque, si no, pierdes el tiempo.

Pero mi madre tenía razón. No había dicho que Alicia fuera una putilla. Lo que había dicho era que Alicia era un cañón, lo cual es diferente, ¿no? Odio que me pille en esos fallos. En fin, me interesé. Mi madre diciendo de una chica que es un cañón... Haciéndolo como oficial, de alguna forma. Supongo que lo que quería era ver cómo era una chica a la que mi madre declaraba oficialmente «cañón». Y eso aún no significaba que quisiera hablar con ella. Pero sí quería echarle un vistazo.

BOOK: Todo por una chica
10.35Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Bears Beware! by Bindi Irwin
Death Of A Hollow Man by Caroline Graham
Pleasure Unbound by Ione, Larissa
Grace and Shadow by Viola Grace
God's War by Kameron Hurley
SODIUM:2 Apocalypse by Arseneault, Stephen