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Authors: Morris West

Tags: #Ficción

Las sandalias del pescador (36 page)

BOOK: Las sandalias del pescador
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En Inglaterra había que nombrar un nuevo cardenal para suceder a Brandon. El nombramiento planteaba una clara alternativa. ¿Político o misionero? ¿Un hombre de calidad y reputación que mantuviese la dignidad de la Iglesia y el lugar que ésta había conquistado en el orden establecido? ¿O un evangelista curtido, que comprendiera el fermento de un país industrial súperpoblado y la desilusión de una sociedad antaño imperial, y su menguante confianza en una religión social y humanitaria?

La elección, a primera vista, era simple. Pero dados el temperamento de los ingleses, su recelo histórico hacia Roma, su curiosa reacción hacia los despertares religiosos, no era tan sencilla como parecía.

El cardenal Leone lo resumió diestramente:

—Parker, en Liverpool, es el típico obispo misionero. Su labor entre las clases trabajadoras y los inmigrantes irlandeses ha sido bastante espectacular. Por otra parte, a menudo es excesivamente franco, y se le ha acusado de ser una tea política. No lo creo. Es un hombre impaciente. Tal vez demasiado impaciente para los flemáticos ingleses. Ellison, en Gales, está en muy buenas relaciones con el medio. Es un hombre culto, inteligente y comprende el arte de lo posible. La ventaja que tiene para nosotros es que puede preparar una situación en la cual hombres más apostólicos puedan trabajar con mayor libertad.

—¿De cuánto tiempo disponemos —preguntó Cirilo— antes de que sea necesario hacer el nuevo nombramiento?

—Dos meses, diría yo, tres como máximo. Inglaterra necesita un capelo rojo.

—Si Su Eminencia debiera decidir, ¿a quién elegiría?

—Elegiría a Ellison.

—Me inclino a pensar como usted. Hagamos lo siguiente. Diferiremos la decisión por espacio de un mes. Durante este tiempo me gustaría que usted hiciera otra encuesta de opiniones entre la Curia y la jerarquía inglesa. Y después de eso, decidiremos.

Cirilo examinó luego los despachos de Polonia. El cardenal Potocki tenía una neumonía y estaba gravemente enfermo. Si moría, se presentarían dos problemas inmediatos. Potocki era muy amado por el pueblo y muy temido por el Gobierno, contra el cual se había resistido obstinadamente durante dieciséis años. Su funeral bien podría ser ocasión de manifestaciones espontáneas que el Gobierno podría usar como acción provocativa contra la población católica. Igualmente importante era el problema de su sucesor. Era preciso designarlo para que estuviese preparado a asumir sus funciones en cuanto muriese el viejo luchador. El sucesor tendría que conocer su nombramiento, pero éste debía mantenerse secreto para impedir que las autoridades actuaran contra él antes de la muerte de Potocki. Un emisario secreto tendría que ir desde el Vaticano hasta Varsovia, y presentar allí el decreto papal de sucesión…

Así, uno a uno, desfilaron los países del mundo, y el recuerdo de las vacaciones veraniegas se desvaneció más y más en su memoria. Finalmente, hacia fines de setiembre, llegó una carta del cardenal Morand, desde París.

Al Ilustre Predecesor de Su Santidad se le sugirió que una visita papal al santuario de Nuestra Señora de Lourdes podría tener un efecto espectacular sobre la vida de la Iglesia en Francia. En esa época hubo varios obstáculos para el proyecto: la salud del Padre Santo, la guerra en Argelia y el clima político de la Francia metropolitana.

Esos obstáculos no existen ahora. Se me ha informado de que el Gobierno francés miraría con mucho agrado una visita papal, y se sentiría dichoso de dar la bienvenida a Su Santidad en París, después de su visita a Lourdes.

No necesito decir qué felicidad constituiría para el clero y los fieles tener al Vicario de Cristo en suelo francés después de tanto tiempo.

Si Su Santidad estuviese dispuesto a considerar esta idea, me agradaría sugerir que la época más apropiada sería la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, el 11 de febrero, del año próximo. El Gobierno francés aprueba de todo corazón esa fecha.

Permítaseme suplicar humildemente a SuSantidad que considere nuestra petición y el bien que puede emanar de ella, no sólo para la Francia católica, sino para el mundo entero. Constituiría una ocasión histórica: el primer viaje de un Papa a esta tierra en más de un siglo. Los ojos del mundo se concentrarían en la persona de Su Santidad, y durante algún tiempo habría disponible un púlpito público y universal…

La carta excitó al Pontífice. Aquí estaba el gesto histórico, aguardando que se ejecutase. Después de su primera salida de Roma, seguirán otras casi inevitablemente. En el mundo convergente del siglo xx la misión apostólica de la Iglesia debía reafirmarse en forma sorprendente.

Inmediatamente y sin consulta, respondió a Morand de su puño y letra:

…Estamos encantados con la proposición de Su Eminencia de una visita a Francia en febrero del año próximo. No dudamos de que algunas voces dentro de la Iglesia se opondrán a él, pero, personalmente, estamos favorablemente dispuestos. Discutiremos el asunto, lo más pronto posible, con el cardenal Goldoni, y luego, con los miembros de la Curia.

Entretanto, Su Eminencia puede considerar esta carta como nuestra autorización personal para iniciar discusiones preliminares con las autoridades francesas correspondientes. Sugerimos que no se haga ningún anuncio público hasta que se concluyan todas las formalidades.

A Su Eminencia y a nuestros hermanos obispos, al clero y al pueblo de Francia, enviamos, desde un corazón henchido, nuestra bendición apostólica…

El Pontífice sonrió al sellar la carta, y la hizo enviar. Goldoni y la Curia estarían llenos de dudas y de los temores consiguientes. Invocarían la Historia y el protocolo, la logística y los efectos políticos. Pero Cirilo el Pontífice era un hombre elegido para reinar en nombre de Dios, y en nombre de Dios reinaría. Si se le abrían puertas, las atravesaría sin esperar a que lo condujeran de la mano, como a un reyezuelo…

La idea de un Papa peripatético se había hecho extraña a la Iglesia con el transcurrir del tiempo. Había muchos que veían en ella una sucesión de peligros: para la dignidad papal, pues un hombre que hacía sus maletas y volaba alrededor del mundo podía parecer demasiado humano; para su autoridad, puesto que tendría que hablar extempore sobre muchos temas, sin estudio y sin consejo; para el orden y la disciplina, ya que la Corte Vaticana necesitaba siempre una mano firme que la mantuviese unida; para la estabilidad, puesto que el viaje aéreo moderno constituía un riesgo constante; y perder un Papa y elegir otro era asunto caro, por no decir peligroso… Además, el mundo estaba lleno de fanáticos que podrían afrentar a la augusta persona del Vicario de Cristo, e incluso amenazar su vida.

Pero los que evitaban los riesgos no escribían la Historia. El Evangelio había sido predicado siempre por hombres que tenían a la muerte como compañera de todos los días… Sobre todo, Cirilo Lakota era un oportunista de corazón inquieto. Si el viaje era posible, lo haría, descontando todo lo que no fuese un beneficio en almas…

De Kamenev, que pasaba sus vacaciones en el mar Negro, llegó una carta por intermedio del omnipresente George Wilhelm Forster. Era más larga y menos apremiante que las anteriores, y expresaba claramente sus pensamientos acerca de la crisis que se aproximaba:

…Por fin estoy en conversaciones privadas con el otro lado del Atlántico. Le agradezco sus buenos oficios más de lo que puedo expresar.

He estado descansando algún tiempo, meditando el programa para el año próximo y preguntándome al mismo tiempo cuál es mi posición en este momento, en mi vida pública y privada. Mi carrera está en su apogeo. No puedo subir más. Me quedan tal vez cinco años más de autoridad y actividad; después comenzará el inevitable declinar, y debo estar preparado para aceptarlo.

Sé que he servido bien a mi patria. Me gustaría servirla mejor. Para ese mejoramiento es necesario tener paz. Estoy dispuesto a ir muy lejos para mantenerla, pero usted debe comprender que quiero ir más lejos de lo que me permitirá el Partido o el Presidium.

Por tanto, permítame primero esbozar la situación como yo la veo. Usted puede seguir mi tesis en un mapamundi infantil. China está en mala situación. Eso significa que seiscientos millones de personas están en mala situación. Las cosechas de este año han sido peligrosamente escasas. Hay verdadera hambre en muchas regiones. Hemos recibido informes, difíciles de confirmar debido a la censura, de que han estallado brotes de peste bubónica a lo largo de nuestras fronteras con China. Lo hemos considerado seriamente, y hemos instalado cordones sanitarios en todos los puestos fronterizos de los límites con China.

El desarrollo industrial chino es lento. Lo hemos retrasado algo deliberadamente retirando muchos de nuestros expertos y de nuestros equipos de construcción, porque no queremos que China crezca con demasiada rapidez bajo el régimen actual.

Los jefes chinos actuales son hombres viejos. Están sujetos a crecientes presiones de sus subordinados. Si la crisis económica empeora, los cabecillas se verán obligados a actuar, e inevitablemente montarán movimientos militares en dirección a Corea del Sur y Birmania, en la frontera nordeste de la India. Al mismo tiempo, nos pedirán que les proporcionemos un frente que desvíe la atención mundial, renovando nuestra presión en Berlín y urgiendo una solución al problema de la Alemania Oriental, incluso hasta llegar a la intervención arreada.

Una vez hechos estos movimientos, los Estados Unidos tendrán que disponerse a combatirnos.

¿Hay alguna solución para esta situación de tanto peligro? Me parece que sí. Pero no debemos creer con demasiada ingenuidad en su eficacia. Ganemos, ante todo, un poco de tiempo, para proseguir con mayor confianza en busca de una solución a largo plazo.

El primer remedio, y el más evidente, es el desarme. Lo hemos estado debatiendo durante años y no estamos más cerca de un acuerdo. Creo que aún es imposible, porque la opinión pública y del Partido puede excitarse rápidamente por el resultado. Sé que no puedo arriesgar un paso decisivo, y que tampoco puede hacerlo mi opositor. De manera que deberemos descartarlo por el momento.

El segundo remedio podría ser la admisión de China en las Naciones Unidas. Pero esto resulta complicado a causa de la ficción de las dos Chinas y la existencia de un seudogobierno armado en Formosa. Otra vez nos vemos mezclados en una situación altamente política, que puede complicar fácilmente mediante lemas y actitudes preparadas.

Es mi opinión que con alguna preparación y un mínimo de buena voluntad, puede encontrarse el remedio en otra parte. Si las miserias de China se expusiesen libremente al mundo, no como un espectáculo político, sino como una tragedia humana, y si los Estados Unidos y las naciones occidentales ofreciesen reanudar las relaciones comerciales normales con China exportando alimentos y permitiendo el libre paso de los artículos esenciales, entonces podremos, por lo menos, diferir la crisis. Por supuesto que China tendría que estar dispuesta a aceptar este gesto, y lograr que lo esté es un problema delicado. Por nuestra parte, nosotros tendríamos que hacer sentir nuestra influencia respaldando la oferta occidental, y tendríamos que hacer alguna proposición propia.

¿Hasta dónde podemos ir? 0, más correctamente, ¿hasta dónde puedo ir yo con alguna esperanza de apoyo del Partido y del país? Debo ser sincero con usted. No debo prometer más de lo que puedo cumplir.

Creo que éste es mi límite. No volveríamos a presionar en Berlín y dejaríamos de lado por el momento el problema de Alemania Oriental, mientras llegamos a algún acuerdo menos rígido. Interrumpiríamos las pruebas nucleares a cambio de la seguridad de que los Estados Unidos también las suspenderían. Reabriríamos inmediatamente, con una fórmula de compromiso más práctica, el problema del desarme nuclear, y yo agregaría mi propia autoridad personal a cualquier esfuerzo por llegar a un acuerdo dentro de un lapso razonable.

No sé si los americanos estimarán que esto es suficiente, pero es lo más que puedo asegurar en cualquier negociación. Aun así, tanto nosotros como los Estados Unidos necesitamos un clima muy favorable para lograr un acuerdo. No hay demasiado tiempo para prepararlo.

Casi puedo escucharle preguntándose hasta dónde puede confiar en mí ahora. No puedo hacer un juramento, porque no tengo nada por lo cual jurar, pero lo que he escrito es la verdad. Cómo me comporte a la luz pública, cómo me conduzca durante las negociaciones, es asunto diferente. Pero éste es el trato que propongo, e incluso si los americanos lo obstaculizan un poco, podremos llegar a un acuerdo y dar al mundo lo que necesita desesperadamente en este momento: tiempo para comparar el valor de la paz con lo que puede suceder si la perdemos.

Espero que su salud sea buena. La mía es bastante firme, pero a veces debo recordar bruscamente el paso de los años. Mi hijo ha terminado su período de entrenamiento, y ha sido admitido como piloto de bombarderos en nuestra Fuerza Aérea. Si estalla la guerra, será una de las primeras víctimas. Éste es un pensamiento helado que me ronda mientras duermo. Creo que esto es lo que me salva de la corrupción última del poder. ¿Qué deseo para él? En otras épocas, los reyes asesinaban a sus hijos para evitar que fuesen sus rivales…, y cuando se sentían solos, siempre podían procrear otro. Ahora es diferente. Hay quienes dicen que nos hemos hecho más blandos; yo prefiero pensar que hemos aprendido algo.

He pensado ahora en su petición para aliviar algunas de las cargas que pesan sobre su rebaño en Hungría, Polonia y las regiones bálticas. También en esto debo ser sincero, y no prometer más de lo que puedo hacer. No puedo dar una orden directa, ni invertir abruptamente una política tradicional del Partido en la cual, además, estoy directamente comprometido. Sin embargo, en la próxima semana habrá una reunión de primeros ministros de las naciones fronterizas, que se celebrará en Moscú. Les propondré que preparen el ambiente para lo que espero sea una discusión del problema chino entre nosotros y los Estados Unidos.

Espero que su cardenal Podocki se recupere. Es un peligro para nosotros, pero tal como están las cosas, prefiero tenerlo vivo que muerto. Lo admiro casi tanto como le admiro a usted.

Una cosa más, y tal vez la más importante. Si hemos de negociar según las líneas que he sugerido, necesitamos llegar a algún acuerdo antes de mediados de marzo del año próximo. Si los chinos inician preparativos militares, lo harán a comienzos de abril. Y una vez comiencen, nos veremos en duros aprietos.

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