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Authors: Miyuki Miyabe

Tags: #Intriga

La Sombra Del KASHA (36 page)

BOOK: La Sombra Del KASHA
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—Parece un anuario de instituto —dijo Honma.

Él asintió.

—Los de Shoko y los míos. Los tengo todos: de la guardería, del colegio, del instituto. —Tres libros de tamaños y colores diferentes. El del instituto quedaba encima, abierto.

—¿Los has guardado todo este tiempo? —Los ojos de Honma estudiaron el mar de rostros adolescentes.

—No —repuso Tamotsu, despreocupado—. Estos son de Shoko.

Honma levantó bruscamente la cabeza y lo miró a los ojos.

—Aquí, en la última página, aparecen las firmas de todos sus amigos y Shoko escribió su nombre en medio. —Ahí estaba, «Shoko Sekine», con una caligrafía insegura y algo tenue, rodeada por una corona de mensajes y nombres.

—¿Dónde lo has conseguido? —No había encontrado rastro de ellos en el apartamento de la Cooperativa de Kawaguchi. Como había dicho la casera, Nobuko Konno, con cierto aire de entendimiento ahora que lo pensaba, los anuarios y las fotos suelen lo primero que te llevas si tienes que huir en mitad de la noche. Y lo más probable es que Kyoko fuera consciente del peligro que entrañaría dejar pistas atrás. De todas formas, no había aparecido ningún anuario cuando Jun y él registraron el apartamento de Honancho donde Kyoko residió, bajo el nombre de Shoko.

—En realidad, han aparecido en un lugar de lo más inesperado —explicó Tamotsu—. Los tenía una antigua compañera de clase de Shoko, una amiga nuestra. Se llama Yumi. Verá, pregunté por esa chica a todos los antiguos alumnos con los que contacté y debió de haber corrido la voz porque Yumi me llamó para decirme que tenía los anuarios de Shoko. Los trajo a mi casa y mi madre me los envió aquí.

—¿Shoko se los entregó a esta chica?

—No, eso es lo extraño. —Tamotsu sacó un sobre fino. Parecía que llevaba tiempo olvidado porque lo cubría una capa de polvo. Había sido abierto por un extremo. Dentro había una nota, un folio mecanografiado.

Querida Yumi,

Siento tener que molestarte de esta manera. Estoy segura de que te sorprenderá recibir un paquete tan grande pero tengo que pedirte un gran favor. ¿Te importaría guardarme estos anuarios durante algún tiempo?

Supongo que habrás oído que las cosas no me han ido especialmente bien aquí, en Tokio. He sido tan infeliz que ya ni siquiera me acuerdo de la razón de mi desdicha.

Ahora que mi madre se ha ido y que estoy sola, sé que debería poner un poco de orden en mi vida. Pero cada vez que veo estos anuarios, recuerdo cómo lo eché todo a perder. No tengo el valor de esconderlos en el fondo de mi armario. ¿Puedes guardarlos por mí, tú que fuiste mi mejor amiga?

Algún día, cuando sea capaz de hojearlos sin sentirme mal, los recuperaré. Pero hasta entonces, consérvalos, por favor.

Gracias.

Cuídate,

Shoko.

Honma leyó el mensaje dos veces, antes de coger el anuario del instituto y remitirse a la página de las firmas.

¡Espero que seamos las mejores amigas para siempre! Yumi Nomura

Bajo las letras redondas y alegres quedaba un rastro de lágrimas: el último tributo de una amistad de la infancia.

—Fue Kyoko Shinjo quien se los envió a Yumi —dijo Tamotsu, entrecerrando los ojos.

¿Cómo podía estar tan seguro? La carta mencionaba que su madre se había «ido», por lo que tenía que ser posterior a noviembre de 1989.

—¿Cuándo recibió Yumi los anuarios?

Tamotsu sacó el cuaderno manoseado en el que había tomado notas.

—Tiró el envoltorio a la basura, no se sabe nada del matasellos; pero cree que fue durante la primavera que siguió a la muerte de la madre de Shoko. —La primavera de 1990. Shoko había desaparecido del apartamento de la Cooperativa de Kawaguchi el 17 de marzo. Si el paquete fue enviado antes de esa fecha, seguramente lo habría hecho Shoko; pero si fue después, todo apunta a que lo envió Kyoko. Es difícil saberlo.

»Yumi comentó que coincidió con la época en la que guardó su ropa de invierno para sacar la de primavera y verano. Lo recuerda bien porque tenía espacio suficiente para guardar los anuarios en el armario. Por eso sé que no fue Shoko quien los envió.

—Pero es difícil determinarlo basándose sólo en la fecha en la que una persona guarda su ropa de invierno. Pudo haber ocurrido en marzo o incluso en abril.

—En Utsunomiya hace mucho más frío que en Tokio. Nadie guarda la ropa de invierno en marzo, eso puedo garantizárselo.

Tamotsu hablaba cargado de confianza, pero Honma no se explicaba a qué venía tanta certeza cuando en cada hogar las cosas se hacen de manera tan distinta.

—¿Hubo algo más? ¿Algo que dijera que pudiera sernos de ayuda para concretar una fecha?

Se remitió una vez más a sus notas.

—¿Algo como que olvidó llevar un documento de identificación que correspondiera con la dirección y se negaron a entregárselo en un principio?

—Espera un momento. ¿Estás diciendo que no había nadie en casa cuando se presentó el cartero y Yumi tuvo que ir a la oficina de correos a recogerlo?

Tamotsu buscó torpemente sus palabras.

—Sí, supongo. La verdad es que no me he explicado muy bien. Cuando llegó a casa y encontró el aviso del envío de un paquete cuyo remitente era Shoko Sekine, no tenía ni la más vaga idea de lo que iba a encontrarse. A la mañana siguiente, fue hacia allí, y al abrirlo y toparse con estos anuarios, se sintió algo molesta.

—¿La familia de Yumi no suele andar mucho por casa?

—Es una tienda, siempre hay alguien allí. Pero resulta que aquel día se habían marchado todos o algo así.

—¿Y cómo es eso?

—Veamos, ¿pregunté? No me acuerdo. —Tamotsu repasó de nuevo las notas. Tras unos segundos, se rascó la cabeza y se disculpó—. No. No se me pasó por la cabeza.

Honma reflexionó durante un momento antes de preguntar:

—¿Te importa si le echo un vistazo al cuaderno que llevas siempre encima?

El chico parecía algo avergonzado.

—Sí, claro. La caligrafía es un poco confusa, pero…

En efecto, Honma no podía decir que era la caligrafía más legible que había visto. La primera página estaba encabezada por la fecha del día, junto con el título: «Observaciones de Yumi». Las preguntas y las respuestas empezaron siguiendo un orden pero, a medida que la entrevista avanzaba, las líneas se volvían cada vez más torcidas, la caligrafía parecía rebelarse contra la gravedad. Aun así, era un registro correcto. En una nota aislada aparecía la frase: «Yumi enfadada». Y justo encima, curiosamente, se podía leer: «té de hortensia dulce».

—¿Qué es esto? —Honma señaló la página.

Tamotsu se echó a reír.

—De camino a casa desde la oficina de correos, vio que estaban ofreciendo té dulce en el templo local. Yumi está algo rechoncha, pero no puede resistirse a nada que sea dulce. Siempre habla de ello, hoy me he tomado esto, ayer me tomé lo otro… ¿Qué le hace tanta gracia?

—Estamos frente a una verdadera pista —sonrió Honma—. Se paró en el templo de camino a casa y tomó un té de hortensia, ¿a eso te refieres, verdad?

—Sí. ¿Y?

—Bueno, sólo hay un día del año en el que los templos celebren ese ritual.
Hana Matsuri
, el cumpleaños de Buda, el 8 de abril.

Tamotsu se quedó boquiabierto.

—Eso significa…

—Qué el paquete tuvo que ser enviado un día antes, el 7 de abril. Así que no fue Shoko quien lo mandó.

—¡Eh! —exclamó con entusiasmo—. No lo estoy haciendo tan mal, ¿verdad?

El índice que quedaba al final del anuario y la lista de clase colocaban a Shoko Sekine y a Yumi Nomura en la misma clase: «Tercer Año, Grupo B». Aquello junto a la mención de «mejores amigas» en la página de firmas… ¿No explicaban esos detalles por qué Kyoko, actuando ya como Shoko, había decidido mandar los anuarios a Yumi?

A juzgar por la nota que había redactado, Kyoko sabía que la gente de Utsunomiya estaba al corriente de los problemas de Shoko. Quizás fue Shoko en persona quien le contó a Kyoko todo aquello, durante la visita al cementerio. A veces, la gente se siente cómoda contándole a desconocidos cosas que no revelarían a sus propios amigos. Un taxista o la persona que se sienta en el taburete de al lado pueden convertirse en buenos confidentes. «Yo no te conozco y tú no me conoces a mí», ahí estaba la gracia. Sobre todo en un cementerio, ¿de qué otra cosa se podía hablar allí sino del dramático rumbo que había tomado tu vida? Y Kyoko habría dado con el modo de que contara aquella historia, engañándola para que confiara en ella.

¿Por qué no habría mencionado el tema de la bancarrota? ¿Era muy pronto? ¿Se trataba de un tema demasiado serio para una conversación de esas características? La ironía de todo aquello era que si Shoko hubiera hablado sobre ello, probablemente seguiría viva, viviendo en la Cooperativa de Kawaguchi y trabajando en el Lahaina.

—Cuando Yumi recogió el paquete, ¿se fijó en la dirección del remitente? ¿Le preguntaste?

Una vez más, Tamotsu negó con la cabeza.

—Sí pregunté, pero no lo recuerda. Dijo que venía de algún lugar de Saitama.

Entonces, tendría que venir de la Cooperativa Kawaguchi.

—¿Comentó algo Yumi sobre lo que sintió al recibir tan repentinamente el paquete? Quiero decir, aparte de la molestia de ir a recogerlo.

—Bueno, se sorprendió bastante. —Tamotsu señaló el mensaje «¡Espero que seamos las mejores amigas para siempre!»—. En realidad, esto es algo exagerado.

—¿Insinúas que no eran tan buenas amigas?

—No es que no tuvieran una buena relación, pero tampoco estaban tan unidas —dijo, encogiéndose de hombros—. Se dejaron llevar un poco por la emoción de la graduación. En fin, cuando Yumi leyó la carta, pensó: «Vaya morro tiene la Sekine…». —Agachó la mirada—. Al enterarme de aquello y antes siquiera de considerar la cuestión de la fecha, lo primero que me vino a la cabeza fue: «¡eh!, Shoko no ha podido enviarle esto a Yumi». —Tamotsu hablaba despacio, con convicción—. Cuando leí la carta, comprendí que no, era imposible que Shoko hubiera escrito eso.

—¿Por qué no?

—Shoko no es del tipo de chica que se aferré al pasado, de esas que miran viejos anuarios y se quejan de lo mal que les va la vida ahora. Más de una vez afirmó no recordar ni un solo día feliz en sus años de instituto.

Aquello tenía sentido, pensó Honma. Una infancia infeliz explicaría por qué estaba tan ansiosa por hacer algo con su vida. Por desgracia, eligió el camino equivocado para perseguir este sueño. En lugar de esforzarse por llevar a ser alguien, se limitó a comprar un espejo que mostrara la imagen que tanto deseaba. Una brillante foto de carné sobre una tarjeta de plástico.

—Shoko está muerta. Debo hacerme a la idea. Shoko no pudo haber hecho esto —añadió Tamotsu en un tono pesado y resignado—. Lo supe en cuanto vi esos anuarios. Está muerta. —Dejó que sus manos cayeran de la mesa y las cerró con fuerza, no de rabia sino de pena, como aferrándose a los recuerdos que tenía de ella.

Tamotsu le preguntó a Honma si podía contarle todo lo que sabía de Kyoko Shinjo. Escuchó sin interrumpirlo ni una vez. Cuando Honma enmudeció por fin, todo lo que pudo decir, fue:

—Qué mujer tan extraña.

—¿Sí?

—Como colofón a todo lo que hizo, manda esos anuarios a una vieja amiga. ¿Por qué no los tiró a la basura sin más? ¿Por qué tenía que fingir arrepentimiento por Shoko?

Tamotsu retiró la silla con brusquedad, se levantó en un rápido movimiento y atravesó el salón hasta acercarse a la terraza, sumida en la penumbra. Se quedó allí, apoyado contra la ventana, con el tendedero suspendido sobre su cabeza, y su jersey blanco adherido al cristal. Estaba de espaldas a Honma, demasiado rígido como para tratarse de un alma en pena, y sin embargo proyectando la misma desolación, la misma soledad.

No fue fácil dar con la amiga de Shoko en Nagoya. Funaki se puso en contacto con el cuerpo local de Utsunomiya, pero le dijeron que estaban demasiado ocupados y que no podían ayudarlo. En realidad, Funaki tampoco tenía tiempo para andar jugando de intermediario. Honma sabía que estaba acumulando un favor tras otro, pero Funaki se comportaba con mucha amabilidad. Y es que, después de todo, Honma había dado en el clavo con aquel caso de robo a mano armada, ese caso que Funaki le había comentado. Todo había ocurrido tal y como Honma había deducido. Arrestaron a la mujer de la víctima y a una antigua compañera de trabajo. El móvil era sencillo: hacerse con el negocio.

—Eres un genio —le dijo Funaki. Honma casi podía ver su sonrisa de oreja a oreja desde el otro lado del teléfono.

—¿Cómo habéis dado con la «pasta»?

—Con paciencia. Las pusimos bajo vigilancia constante. E hicimos que ellas lo supieran. Al final, fue la viuda quien se vino abajo. La llamamos para someterla a interrogatorio y ¡pum! Empezó a llorar a lágrima viva. A veces, una batalla psicológica puede convertirse en tu peor pesadilla. —Tras quejarse de todo el papeleo que les tocó hacer a continuación, concluyó—: Me has hecho pensar acerca de cómo funciona la mente de las personas.

—Siempre dices cosas así.

—Pero esta vez es verdad. Por cierto, adivina qué. ¿Dónde crees que se encontraba la joven esposa cuando tanteó a su amiga y le contó el plan?

Honma sabía que a Funaki no le haría mucha gracia que le diera la respuesta correcta, pero antes de que pudiera mediar palabra, él se le adelantó.

—En un funeral.

—¿De quién?

—De su antiguo jefe. El director del departamento. Una mujer, nada menos. Muerta a los treinta y ocho años, de cáncer. Durante todo el tiempo que el sacerdote estuvo tarareando los
sufras
, ellas se quedaron allí sentadas, planeando cómo hacer desaparecer al marido.

—Diría que se tomaron demasiado literalmente la transitoriedad
[14]
budista.

Funaki cambió de tema.

—¿Qué tal le va a Su Majestad? ¿Ha hecho algún progreso? Honma lo puso rápidamente al día. Funaki contestó en tono grave:

—Coger a esa Kyoko Shinjo es fundamental, sin duda. Pero también tendrás que encontrar un cadáver.

—Hum.

—¿Has presentado una solicitud en la policía de Yamanashi para que te den información sobre ese cuerpo desmembrado?

—Aún no. Se trata únicamente de una corazonada, aunque estoy bastante seguro de mí mismo. Prefiero seguir trabajando por mi cuenta. —Necesitaba una prueba contundente antes de llevar a cabo un procedimiento formal como solicitar unas huellas dactilares, por ejemplo. «A ver, la mujer A desaparece. La mujer B, que está haciéndose pasar por ella, puede ser sospechosa de su asesinato. Pero también se ha desvanecido sin dejar ni rastro». ¿Quién iba a acudir a la policía local buscando cooperación con una historia como aquella?

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