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Authors: César Millán,Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

El líder de la manada (31 page)

BOOK: El líder de la manada
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En el centro, AJ se comportó de un modo sereno y firme al menos el 90 por ciento del tiempo. Su lenguaje corporal y su rostro se mostraban relajados, y cuando caminaba, lo hacía erguida y con la mirada al frente, y no mirando a su alrededor buscando el peligro, o clavándola en el suelo. Cuando uno de los pit saltó sobre ella, le pidió con determinación que se bajase, y el animal se sentó delante de ella, sumiso y tranquilo. Cada vez que acometía una nueva tarea con los perros, su confianza crecía. Al salir del centro aquel día, le dijo a nuestro director en tono pensativo: «Si hago lo que dice César, si soy capaz de hacerlo, no sólo no tendré ataques de pánico, sino que no necesitaré un perro de asistencia».

Resultó que Sparky necesitó mucha menos rehabilitación que AJ. Cuando pasó las pruebas necesarias para obtener el título de perro de asistencia con la mejor calificación, me puse tan contento que no podía dejar de dar saltos y gritar. Me sentía como si hubiéramos ganado el premio de la Academia. AJ me regaló un dibujo que había hecho de Popeye, su amigo del centro que le había hecho cambiar de opinión respecto a los pitbull. Pero el verdadero éxito de la historia de este caso no fue Sparky, sino AJ. Aprender a proyectar una energía serena y firme con los perros, y especialmente con los pitbull, la colocó en el camino adecuado para volver a encontrarse consigo misma. Volvió a su trabajo y empezó a colaborar como profesora voluntaria para los ciegos en el Instituto Braille. Y su desorden del pánico sigue mejorando.

«César me ayudó a darme cuenta de que si no empezaba a enfrentarme a mis miedos, me consumirían. No por no enfrentarnos a ellos terminan desapareciendo. Es hacerles frente lo que acaba con ellos. Trabajar con César me ha ayudado a cambiar mi energía temerosa por otra más positiva. Sigo asustándome, a veces mucho, pero ahora me siento dispuesta a “sentir el miedo, pero a hacer de todos modos lo que debo hacer”, como dice el dicho. Con el desorden del pánico se tiende a no luchar, ni tampoco a huir, sino a paralizarse. Ahora me he transformado en una luchadora y he de agradecérselo a César».

La verdad es que AJ me enseñó a mí una lección tan valiosa como la que yo he podido enseñarle a ella: admitir que aunque nunca voy a renunciar a un perro, sí que renunciaré en ocasiones a las personas y su habilidad de cambiar. AJ padecía una afección real y grave que algunas personas tienen que soportar toda la vida. Pero gracias a su actitud positiva y a su determinación no iba a rendirse. Me enseñó a no darme por vencido nunca con la gente, y cuando la gente tiene un perro en su vida como profesor, pueden llegar hasta donde quieran.

La historia de AJ y Sparky es una hermosa lección del poder sanador de los perros, y también de cómo llegando a dominar el liderazgo firme y sereno se pueden obrar cambios sorprendentes en otros aspectos de nuestra vida. Lo maravilloso de los perros es que pueden motivarnos para que cambiemos como ninguna otra cosa en el mundo puede.

Si un perro pudiese elegir con qué humano desea vivir, no pondría un anuncio por palabras que dijera: «Busco un amante de los perros para que me quiera, me quiera y me quiera». Y eso es porque un amante de los perros no crea equilibrio. Más bien puede crear todo lo contrario. En
El encantador de perros
, conté la historia de Emily la pitbull. Nació con una marca en forma de corazón en la espalda y recibió toneladas de amor y adoración desde el momento en que Jessica, su dueña, la adoptó. Siguió recibiendo ese amor durante todos los días de su vida, pero aun así Emily se volvió una chica bastante mala. Si un perro ha de vivir con un humano, elegiría un dueño con conocimiento más que un amante de los perros.

La mayoría de animales, si se les diera la oportunidad, preferirían vivir entre los de su propia especie que con otras especies. Un animal que no puede relacionarse con los de su misma especie vive como en un limbo, como un hombre sin país. ¿Recuerdas a Keiko, la ballena orca de la película
Liberad a Willy
? Criado en cautividad, entrenado y querido por sus cuidadores, la liberaban una y otra vez, pero era incapaz de relacionarse con las demás ballenas de su especie en el mundo salvaje. Lo intentaba, pero ellas no querían aceptarle. No tenía las habilidades sociales necesarias, y los humanos no podían enseñárselas. Por desgracia Keiko murió sin haber conocido la sensación de ser una ballena orca, sin haberse sentido jamás orgulloso de sí mismo por ser una ballena orca. Creo que lo mismo les ocurre a los perros. Creo que sólo se sienten completos cuando pueden interactuar con los de su propia especie. ¿Pueden adaptarse y vivir con otra? Desde luego. Forma parte de nuestro mecanismo de supervivencia, siempre y cuando no seamos atacados, pero ¿preferiría un perro ser un perro antes que un humano? En la granja de mi abuelo en México teníamos «perros cabra» para conducir a las cabras. Para que pudieran llegar a ser perros de trabajo, se les separaba de su madre a una edad temprana y una cabra los criaba, de modo que el perro pasase a formar parte de su manada. Pero más adelante, cuando el perro crecía, ya no encajaba con el comportamiento de las cabras. Su manada era la de las cabras, ya que para él, su madre fue una cabra, y por tanto ellas eran su familia, pero seguía desarrollando actividades de perro. Al final terminaría por conocer a otros perros, encontrar pareja y separarse de su familia caprina. Seguirá pasando muchos días con la manada de cabras, pero eso será para él un trabajo, no su identidad. Acabaría sintiéndose bien consigo mismo, bien por saberse perro y por serlo.

Honrad al ser humano que llevamos dentro

En cierto modo, la historia del perro que pertenece a una manada de cabras es una metáfora de mi propia vida. Cuando era un muchacho, no podía identificarme con la gente. Me sentía distinto. En lugar de intentar encontrar el nexo de unión con los de mi especie, me fui desplazando hacia los perros. Con ellos me sentía libre; ellos no me juzgaban, y podía ser un miembro importante de su grupo. Aquello entró a formar parte de mi identidad y me volví extremadamente antisocial. Dejé de confiar en las personas. Las aparté de mi lado. Renuncié a ellas. Durante mucho tiempo viví así, volcando toda mi energía emocional, espiritual e instintiva en los perros. Di por hecho que ése era mi destino. La verdad era que me sentía rechazado por la gente, pero en el fondo era yo el que me rechazaba a mí mismo. No puedes darle la espalda a los de tu propia especie sin de algún modo estar dándote la espalda a ti mismo. Culpas a los demás por tu tristeza, pero nunca te miras al espejo. Las cosas no cambian... y tú te limitas a existir. Puede que incluso te sientas bien, pero no estás creciendo.

Entonces conocí a mi mujer, Ilusión. Es una persona muy abierta emocionalmente, a pesar del hecho de que las personas que se han cruzado en su vida le han hecho sufrir mucho, pero ella nunca ha dejado de querer a los seres humanos, ni de intentar encontrar las mejores cualidades en cada uno de ellos. Mi esposa me encendió una luz. Me recordó lo importante que es relacionarse con otros seres humanos. Fue entonces cuando me di cuenta de que no estaba completo. Hasta entonces había vivido como por costumbre, me había limitado a existir, pero en el fondo no me había sentido completo ni feliz.

Era como Mowgli, el muchacho salvaje de
El libro de la selva
, de Rudyard Kipling. Seguía enamorado y volcado en mis perros, pero al final tuve que buscar el equilibrio entre mis perros y mi propia manada... mi familia humana. De no haberlo hecho, no habría podido hacer el trabajo que hago hoy. Cuando era niño, soñaba con trabajar con los perros como medio para alejarme de los humanos. Hoy ayudo a rehabilitar perros, pero la clave de mi trabajo es la de «entrenar» humanos.

Todos deseamos tener amor incondicional en nuestra vida, pero con demasiada frecuencia renunciamos al esfuerzo que supone ganárnoslo entre los de nuestra propia especie y decidimos adoptar a un animal para que nos haga el trabajo. Los animales, es cierto, poseen la capacidad de aceptarnos como somos, y creo que todo el mundo debería conocer el amor por un animal, que nos hace mejores seres humanos y nos acerca a la naturaleza. Pero si sólo pensamos en nuestras propias necesidades, es un modo muy egoísta de relacionarse con alguien. Sentimos que por fin hemos encontrado a alguien, a nuestra alma gemela animal, lo que constituye una maravillosa terapia, una oportunidad increíble de experimentar la sensación de que alguien nos quiera simplemente por lo que somos. Y es un gran primer paso, pero no el final del viaje en busca de nuestra identidad dentro del conjunto de nuestra propia especie, de la integración con la persona o la «manada» de personas que también nos acepten como somos y del modo que sólo los humanos somos capaces de hacerlo. Nunca podremos conseguirlo si nos dedicamos a culpar a los demás de nuestros fallos. Hemos de mirarnos al espejo y enfrentarnos con toda sinceridad a nuestros miedos.

Cuando hablamos de los perros, nuestra misión debería ser satisfacer primero sus necesidades. Lo más terapéutico, lo que puede proporcionarte una mayor sensación de poder es satisfacer las necesidades de otro ser humano. Si ves a tu perro pasar de ser un animal inseguro, ansioso y agresivo a un perro equilibrado y pacífico, resultará ser la mejor terapia del mundo. Reforzará tu liderazgo y tu autoestima. Cuando te concentras en lo que es lo mejor para los animales, consigues automáticamente el beneficio de aprender de su equilibrio, de su modo natural de vivir. Ellos quieren cosas muy sencillas de la vida, pero para ellos, eso tiene el mismo sentido que tres mil millones de dólares para mi amigo el Magnate.

Si puedes alcanzar una energía serena y firme y un sólido liderazgo con tu perro, podrás conseguir lo mismo en cualquier otra área de tu vida. Deja que tu perro sea tu seguidor, tu espejo... y al final, también tu guía en el viaje que supone llegar a ser la mejor persona que puedas ser.

Epílogo
H
umanos y perros: el largo camino a casa

«Estamos solos, completamente solos en este planeta

de oportunidades, y entre todas las formas de vida

que nos rodean, ni una sola, excepto el perro, ha sellado

una alianza con nosotros».

MAURICE MAETERLINCK

Ya he dicho antes que dos entrenadores de perros no son capaces de ponerse de acuerdo en nada que no sea que un tercer entrenador está totalmente equivocado. Del mismo modo, los científicos que buscan las respuestas a cómo y cuándo el perro fue domesticado se enfrentan constantemente en el conocimiento de uno de los mayores misterios de todos los tiempos. Yo no soy científico, ni arqueólogo, ni historiador, pero por un momento sígueme la corriente y enciende el interruptor de esa poderosa imaginación localizada en la parte frontal de ese enorme cerebro humano tuyo e intenta visualizar la siguiente escena:

«Estamos en un momento de hace unos doce mil años, en plena glaciación. Un gélido día cualquiera, aparece un rastro de vida en un puente de tierra que se ha formado sobre el estrecho de Bering y que une el continente asiático con el Nuevo Mundo. Buscando mejores tierras de caza, un pequeño grupo de humanos prehistóricos avanza lentamente sobre aquel páramo helado, peleando por seguir adelante contra el viento y la nieve. Un grupo de cánidos lobunos, los antepasados más remotos del perro moderno, sigue a este grupo desorganizado. Puede que anden tras las sobras que el grupo humano en plena migración va dejando atrás. Es posible que hayan sido reclutados para tirar de un trineo, pero también puede, es sólo una posibilidad, que estén manteniendo vivos a los humanos ayudándoles a cazar. Con su magnífico olfato, son capaces de identificar a una presa potencial a kilómetros de distancia. Con su ADN lobuno, son mejores acosadores y mejores rastreadores. Son más rápidos que los humanos y están más en sintonía con los animales que los rodean. Puede que sin la presencia de estos animales, el pequeño grupo de humanos no hubiera sobrevivido al paso del estrecho.

¿Y si los ancestros del perro no aprendieron de los humanos, sino los humanos del perro?».

Esto es sólo una fantasía, por supuesto; mi propia película de Hollywood, una cinta que me gusta poner una y otra vez en mi imaginación. Pero hay algo cierto en la imagen y de lo que estoy completamente seguro: hayamos hecho lo que hayamos hecho para llegar hasta aquí, desde el pasado más remoto hasta el siglo XXI, no me cabe duda de que los humanos y los perros hemos hecho la mayor parte de ese viaje
juntos
. Siempre digo que caminar con los perros, migrar con ellos, es el modo más intenso de comunicarnos con ellos porque recrea aquellos viajes primigenios. Juntos formamos dos especies bien distintas a las demás del planeta; dos especies que han sellado una alianza para sobrevivir. Nuestras dos especies son gregarias; ambos vivimos en manadas. Hemos debido identificarnos de un modo muy intenso desde el principio, tan intenso que el resto de nuestra respectiva historia siempre ha estado entrelazada. Nos enamoramos de los perros, los enterramos con el mismo cuidado que a nuestros propios muertos, pintamos murales con su imagen en nuestros palacios; creamos a nuestros antiguos dioses a su imagen. Y por la razón que sea, ellos nos han amado a nosotros. Los perros son los únicos animales fuera del grupo de los primates que responden instintivamente a nuestros gestos. Los únicos que buscan en la expresión de nuestro rostro indicios de nuestra intención. Son los únicos animales que automáticamente se vuelven a nosotros para pedirnos guía en este extraño y complejo mundo que hemos creado a partir de lo que era un simple planeta.

Estos nobles animales, tan distintos de nosotros en tantos sentidos, y tan parecidos en otros, son nuestro nexo de unión con la parte instintiva de nosotros mismos que hemos ido dejando atrás. Cuando miramos a sus ojos confiados, vemos en ellos nuestros logros y nuestras debilidades. Hay lecciones sin fin que aprender en ellos, si tenemos el valor y la predisposición necesarios para hacerlo.

Espero que este libro te haya permitido ver a tus perros adorados de un modo más cargado de significado, y que siempre seas consciente y nunca dejes de agradecer el lazo profundo y eterno que nos une.

Apéndice
U
na guía de consulta abreviada para llegar a ser mejor líder de la manada
Encontrarse con un perro por primera vez

1. No te acerques al perro. No olvides que los líderes de la manada nunca se acercan a los subordinados; son ellos quienes se acercan al líder. Para algunas personas este punto resulta bastante complicado porque cada vez que ven a un perro sienten la necesidad de acercarse y acariciarlo. Sin embargo, por bonito que sea, no olvides que es un ser vivo con dignidad y se merece tanto respeto como un humano.

BOOK: El líder de la manada
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