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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Narcissus in Chains (4 page)

BOOK: Narcissus in Chains
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—Sé que estás ahí,
ma petite
. ¿Has llamado simplemente para escuchar el sonido de mi voz?

Estaba más cerca de la verdad de lo que era aceptable.

—No, no. —Todavía no podía ordenar mis pensamientos. Era como un atleta que había dejado el entrenamiento. No podía levantar la misma cantidad de peso, y no había peso para contener el poder de Jean-Claude.

Cuando no dije nada, volvió a hablar.


Ma petite
¿a qué debo este honor? ¿Por qué te has dignado a llamarme? —Su voz era suave, pero había un indicio de algo en ella. Un reproche, tal vez.

Supongo que me lo merecía. Reuní valor y traté de sonar como un ser humano inteligente, no siempre una de las mejores opciones.

—Han pasado seis meses…

—Soy consciente de eso,
ma petite
.

Estaba siendo condescendiente. No me gustó. Me molestó un poco. El enojo me ayudó a despejarme un poco la cabeza.

—Si dejas de interrumpir, te diré por qué te llamo.

—Mi corazón late agitadamente por la anticipación.

Quería colgar. Estaba siendo un idiota, y una parte de mí pensó que podría merecer ese trato, lo que me daba más coraje. Siempre estoy más enojada cuando creo que estoy equivocada. Había sido una cobarde por meses, y todavía era una cobarde.

Tenía miedo de estar cerca de él, miedo de lo que yo haría. ¡Maldita sea, Anita, espabila!

—El sarcasmo es mi departamento —dije.

—¿Y cuál es mi departamento?

—Estoy a punto de pedirte un favor —dije.

—¿De veras? —Lo dijo como si no pudiera creerlo.

—Por favor, Jean-Claude, estoy pidiendo ayuda. Y no lo hago a menudo.

—Eso es cierto. ¿Qué quieres de mí,
ma petite
? Sabes que solo tienes que pedirlo, y será tuyo. No importa lo enfadado que este contigo.

Dejé pasar el comentario, porque yo no sabía qué hacer al respecto.

—¿Conoces un club llamado el Narciso Encadenado?

Guardó silencio durante un segundo o dos.


Oui
.

—¿Me puedes dar la dirección y ayudarme con un asunto?

—¿Sabes qué clase de un club es ese lugar?

—Sí.

—¿Estás segura?

—Es un club de servidumbre, lo sé.

—A menos que los últimos seis meses hayas cambiado mucho,
ma petite
, no es una de tus preferencias.

—No la mía, no.

—¿Tus wereleopardos se portaron mal de nuevo?

—Algo así. —Le dije lo que había sucedido.

—No conozco a ese Marco.

—No me figuraba que no lo hicieras.

—¿Pero tú creías que sabía dónde estaba el club?

—Tenía la esperanza.

—Me reuniré allí con algunos de los míos. ¿O tengo que ir sólo a ayudarte a montar tu rescate? —Parecía divertido ahora, era mejor que enojado, supongo.

—Trae lo que consideres necesario.

—¿Confías en mi juicio?

—En este caso, sí.

—Pero no en todas las cosas —dijo en voz baja.

—No confío en nadie en todas las cosas, Jean-Claude.

Suspiró.

—Eres tan joven para estar tan… hastiada.

—Soy cínica, no hastiada.

—¿Y cuál es la diferencia,
ma petite
?

—Estás hastiado.

Se rió, el sonido me acariciaba como el roce de una mano. Hizo que mi cuerpo tenso se relajara.

—Ah —dijo—, eso explica todas las diferencias.

—Sólo dame la dirección, por favor, —añadí el «por favor» para acelerar las cosas.

—Ellos no dañarán demasiado a tus wereleopardos, creo. El club está a cargo de cambiaformas, se deben de haber dado cuenta del olor a sangre y tomaran el asunto en sus manos. Es una de las razones por las que el Narciso Encadenado es tierra de nadie, un lugar neutral para nuestros grupos. Tus leopardos estaban en lo cierto, por lo general es un lugar muy seguro.

—Bueno, Gregory no estaba gritando porque se sentía seguro.

—Tal vez no, pero sé que el propietario, Narciso, estaría muy enojado si alguien se propasara en su club.

—Narciso, no me suena el nombre. Bueno, sé cosas sobre mitología griega, pero no conozco el local.

—No esperaba que lo hicieras. No suele dejar su club. Pero voy a llamar, y él vigilará los gatos por ti. No va a rescatarlos, pero se asegurará de que no les hagan más daño.

—¿Confías en Narciso para hacer eso?


Oui
. —Jean-Claude tenía sus defectos, pero si era alguien de confianza para él, generalmente estaba bien.

—Está bien. Y gracias.

—No tienes por qué darlas. —Tomó aliento, y luego dijo en voz baja—: ¿Me habías llamado si no necesitaras mi ayuda?

Temía esta cuestión de cualquiera de los dos, de Jean-Claude o de Richard. Pero finalmente dije:

—Voy a responder a tu pregunta lo mejor que pueda, pero tengo la corazonada, de que puede ser una larga conversación. Necesito saber que mi gente está segura antes de comenzar la disección de nuestra relación.

—¿Relación? ¿Es eso lo que tenemos? —Su voz era muy seca.

—Jean-Claude.

—No, no,
ma petite
, voy a llamar Narciso ahora y te ayudaré con tus gatos, pero sólo si me prometes que cuando yo llamé después, terminaremos esta conversación.

—Te lo prometo.

—Tu palabra —dijo.

—Sí.

—Muy bien,
ma petite
, hasta que hablemos de nuevo. —Colgó.

Colgué el teléfono y me quedé allí. ¿Era cobarde quería llamar a alguien más, pero deseaba que el teléfono estuviera ocupado y no tuviera que tener esa conversación? Sí, era cobarde, pero tentador. Odiaba hablar sobre mi vida personal, especialmente con las personas más íntimamente involucradas en ella. Tuve tiempo suficiente para cambiarme de ropa antes de que sonara el teléfono. Salté y respondí con el pulso agitado. Tenía mucho miedo de esta conversación.

—Hola —dije.

—Narciso se ocupará de la seguridad de tus gatos. Ahora, ¿dónde estábamos? —Guardó silencio durante un latido del corazón—. ¡Oh! sí, ¿Me habías llamado alguna vez si no hubieras necesitado mi ayuda?

—La mujer con la que estoy estudiando…

—Marianne —dijo.

—Sí, Marianne. De cualquier modo, ella dice que no puedo mantener el bloqueo de los agujeros de mi aura. Que la única manera de estar a salvo de la espeluznante amenaza preternatural que son estos agujeros es rellenarlos con lo que se supone que deben tener.

Silencio en el otro extremo del teléfono. Silencio durante tanto tiempo que dije:

—Jean-Claude ¿sigues ahí?

—Estoy aquí.

—No pareces feliz con esto.

—¿Sabes lo que estás diciendo, Anita? —Siempre era una mala señal cuando usaba mi nombre real.

—Creo que sí.

—Quiero que esté todo muy claro entre nosotros,
ma petite
. No quiero que vuelvas a mí más tarde, gritando que no entendiste cuan firmemente esto nos une. Si permites realmente que Richard y yo llenemos los agujeros de tu aura… cuerpo, vamos a compartir nuestras auras. Nuestra energía. Nuestra magia.

—Ya estamos haciendo eso, Jean-Claude.

—En parte,
ma petite
, pero esos son los efectos secundarios de las marcas. Esta será una unión voluntaria. Una vez hecho esto, no creo que se puedan deshacer sin un gran daño para todos nosotros.

Era mi turno de suspirar.

—¿Cuántos vampiros han retado tu autoridad durante el tiempo que he estado fuera… meditando?

—Unos pocos —dijo con cautela.

—Me arriesgaría a decir que más que unos pocos, porque me da la sensación de que tus defensas no están enteras. Has tenido problemas con tus subordinados sin tener que matarlos, ¿no?

—Digamos que me alegro de que no hubiera serios rivales en el último año.

—Podrías haber perdido sin el respaldo de Richard y el mío, y no podías protegerte sin nosotros para ayudarte. Eso funcionaba cuando yo estaba en la ciudad contigo. Estar juntos nos ayuda a conectar el poder. Eso eliminaba el problema.


Oui
—dijo, en voz baja.

—No lo sabía, Jean-Claude. Y no estoy segura de que hubiera significado una diferencia, pero no lo sabía. Dios, Richard debe estar desesperado por no matar, como nosotros lo hacemos. Su «faroles» todo lo que mantiene a los lobos unidos, y con dos agujeros en sus defensas más íntimas… —Dejé mi voz desvanecerse poco a poco, pero seguía recordando el frío horror que había sentido cuando me di cuenta de lo mucho que había puesto en peligro a todos nosotros.

—Richard ha tenido dificultades,
ma petite
. Pero cada uno tiene sólo una grieta en la armadura, una que sólo tú puedes llenar. Nosotros combinamos nuestras energías. Como tú dices, su farol es muy importante para él.

—No sabía, y lo siento por eso. Todo lo que pensaba era lo asustada que estaba de ser abrumada por los dos. Marianne me dijo la verdad cuando ella pensó que yo estaba dispuesta a escucharla.

—¿Tenías miedo de nosotros,
ma petite
? —Su voz era cuidadosa cuando preguntó, como si llevara una taza llena de un líquido muy caliente por una escalera larga y estrecha.

Sacudí la cabeza, comprendí que no podía verme, y dije:

—No soy valiente. Estoy muy asustada. Aterrada de que si hago esto, no haya marcha atrás, que tal vez me engaño a mí misma con esta elección. Tal vez no hay otra opción y no la habrá en mucho tiempo. Sin embargo, tenemos que arreglar esto, no puedo dejar que todos andemos por ahí con heridas metafísicas abiertas. Existen demasiadas cosas que sienten esta debilidad y se aprovechan de ella.

—Al igual que la criatura con la que te encontraste en Nuevo México —dijo, su voz seguía siendo muy prudente, como jamás la había escuchado.

—Sí —dije.

—¿Estás diciendo que esta noche estarás de acuerdo en permitirnos combinar las marcas, que por fin taparemos estas, como dijiste de forma muy colorida, heridas?

—Si no se pone en peligro a mis leopardos, sí. Tenemos que hacerlo tan pronto como sea posible. No me gustaría tomar una gran decisión y entonces que mataran a uno de nosotros antes de que pudiéramos cerrar los agujeros.

Le oí suspirar, como si una gran tensión, lo hubiera abandonado.

—No sé cuánto tiempo he esperado para que pudieras entender todo esto.

—Lo podrías haber dicho.

—No me hubieras creído. Hubieras pensado que era otro truco para atarte más a mí.

—Tienes razón, no te habría creído.

—Entonces Richard se reunirá con nosotros en el club, ¿no?

Me quedé en silencio por un instante.

—No, no voy a llamarlo.

—¿Y por qué no? Es un problema de cambiaformas más que de un vampiro.

—Sabes por qué no.

—Tienes miedo de que sea demasiado remilgado, para que tú puedas hacer lo que se necesitas para rescatar a los leopardos.

—Sí.

—Tal vez —dijo Jean-Claude.

—¿Tú no me vas a pedir que le llame?

—¿Por qué pedirte que invites a mi principal rival por tu amor a este pequeño
tete-a-tete
? Eso sería absurdo. Soy muchas cosas, pero tonto no es una de ellas.

Eso era cierto.

—Está bien, dame la dirección, y vamos a arreglar este lío.

—En primer lugar,
ma petite
, ¿qué llevas puesto?

—¿Perdón?

—Ropa,
ma petite
, la ropa que llevas.

—¿Es esto una broma? Porque no tengo tiempo…

—No es una pregunta ociosa,
ma petite
. Cuanto antes respondas, antes podremos salir.

Quería discutir, pero si Jean-Claude dijo que había una razón era que probablemente la hubiera. Le dije lo que llevaba.

—Me sorprende,
ma petite
. Con un poco de esfuerzo esto debería salir bien.

—¿Qué esfuerzo?

—Te sugiero añadir unas botas a tu conjunto. Unas de las que compre para ti irían muy bien.

—No voy a usar tacones de cinco pulgadas para esto, Jean-Claude. No quiero romperme un tobillo.

—Pensaba que llevabas las botas sólo para mí,
ma petite
. Estaba pensando en las otras botas con tacones más suave que compré cuando estabas tan enojada por tantos tacones…

Oh.

—¿Por qué tengo que cambiar de zapatos?

—Porque, mi delicada flor, tienes los ojos de un policía, y sería mejor si llevaras botas de cuero en lugar de tacones altos. Sería mejor si recordaras que vas a estar tratando de moverte a través del club de la forma más rápida y fluida posible. Nadie te ayudará a encontrar a tus leopardos si piensan que eres un extraño, sobre todo si piensan que eres un policía.

—Nadie me confundiría con un policía.

—No, pero si por algo que huele a armas de fuego y muerte. Mira, esta noche tienes que parecer inofensiva,
ma petite
, hasta que llegue el momento de ser peligrosa.

—Pensé que este amigo tuyo, este Narciso, nos acompañaría en el club.

—No es mi amigo, y te dije que el club es un terreno neutral. Narciso se asegurará de que no les hagan mucho daño a tus gatos, pero eso es todo. No te dejará irrumpir en su mundo, como un toro en una tienda de porcelana. Eso, no lo permitirá, ni se nos permitirá traer un pequeño ejército del nuestro. Es el líder de las werehienas, y sólo su ejército está permitido dentro del club. No hay Ulfric, o Maestro de la Ciudad, dentro de sus muros. Tú sólo tienes el dominio que entra contigo y tu cuerpo para salir adelante.

—Voy a llevar un arma —dije.

—Pero un arma no te llevará a las habitaciones superiores.

—¿Qué?

—Confía en mí, encontraré un camino.

No me gustaba el sonido de eso en absoluto.

—¿Por qué la mayoría de las veces, cuando te pido ayuda, nunca se trata de un caso en el que sólo haya que entrar y empezar a disparar?

—¿Y por qué es,
ma petite
, que cuando no me invitas, es casi siempre un caso en el que entras y disparas a todo lo que se mueve?

—Tomo nota —dije.

—¿Cuáles son tus prioridades para esta noche? —preguntó.

Sabía lo que quería decir.

—Quiero que mis wereleopardos estén a salvo.

—¿Y si han sido perjudicados?

—Quiero venganza.

—¿Más que su seguridad?

—No, la seguridad en primer lugar, la venganza es un lujo.

—Bien. ¿Y si uno, o más, está muertos?

—No quiero que ninguno de nosotros vaya a la cárcel, pero a la larga, si no es esta noche, lo será otra, morirán. —Me escuché decir eso, y sabía que lo decía en serio.

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