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Authors: César Millán & Melissa Jo Peltier

Tags: #Adiestramiento, #Perros

Las normas de César Millán (7 page)

BOOK: Las normas de César Millán
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Los seis pitbulls que subieron al escenario aquel día convivían conmigo y sabían lo que esperaba de ellos, así como lo que podían esperar de mí. Del mismo modo que los perros que viven en manada tienen una serie muy básica de reglas de comportamiento, yo también quiero cosas muy básicas de la manada que viva conmigo.

Mis normas y mis conversaciones con los perros de mi manada son simples y claras: mi objetivo es definirles las reglas vitales que son esenciales para su supervivencia en un entorno concreto. Y la base de esa comunicación es siempre la misma: confianza y respeto, entre la persona y el perro, y entre el perro y la persona. Tiene que ser algo recíproco.

Christine Lochmann y Tina Madden, dos de mis ayudantes en el Centro de Psicología Canina, vinieron conmigo para el ensayo de la tarde. Cuando me fui a casa para ponerme el esmoquin se encargaron de preparar a los perros para la actuación de la noche.

Las normas de César para el buen comportamiento en manada

  1. Yo soy el líder de la manada. Confía en mí, respétame y sígueme.
  2. No te pares a pensar qué tienes que hacer si estoy cerca. Tan sólo espera a que yo te diga lo que tienes que hacer (¡incluidas esas veces en que te suelto para que te relajes y te diviertas!).
  3. Siempre nos relacionamos cortésmente con otros perros y con las personas. Siempre evitamos situaciones que pudieran resultar conflictivas.
  4. No nos peleamos entre nosotros.
  5. Yo soy quien inicia y detiene cualquier actividad lúdica que hagamos juntos.

Tina dice: «Los seis pitbulls eran, como diría César, equilibrados, o bien educados, pero sólo Daddy había sido adiestrado formalmente. Lo cierto es que ninguno de ellos había sido adiestrado en plan “sentado”, “quieto”, “ven”, “atrás”. No eran perros actores. Era su debut sobre un escenario, con focos, ante un público de cientos de personas. Nuestro trabajo consistió en mantenerlos relajados y felices entre bambalinas para que su estado de ánimo fuera el adecuado al salir a escena».

¿Cómo preparamos a seis pitbulls para su primera actuación siguiendo órdenes? En primer lugar nos aseguramos de que tenían cubiertas todas sus necesidades físicas: habían evacuado, habían bebido agua y habían hecho ejercicio, aunque había pedido a Tina y a Christine que no les dieran de comer ese día. Estar en ayunas hasta que acabara el acto los haría motivarse más y, si tenía que recurrir a la comida para mejorar su actuación, era probable que su buen apetito los hiciera estar más atentos. Su cena posterior se convertiría en un festín y una gran recompensa. Por la mañana habíamos echado una larga carrera con ellos: más larga de lo habitual. Y, por supuesto, los bañamos y acicalamos para que tuvieran el mejor aspecto ante las cámaras.

Tina continúa: «Por la noche, después del ensayo, Christine y yo bajamos y volvimos a pasear a los perros. Íbamos maquilladas, con trajes de gala, con zapatos de tacón en el exterior del Shrine Auditorium, escoltadas por una manada de pitbulls. Después de un largo paseo regresamos y esperamos entre bambalinas. César estaría entre el público y no podríamos verlo hasta que quedara un cuarto de hora para su presentación».

Siempre que enfrentamos a nuestro perro a una situación nueva y posiblemente intimidatoria es importante que comprenda lo mejor posible dónde está y qué va a pasar con él. Tuvimos especial cuidado en no limitarnos a sacar a los perros de la furgoneta, meterlos en una habitación y luego sacarlos al escenario. Los llevamos desde el escenario hasta la habitación un par de veces para que se familiarizaran con el trayecto. También jugamos un rato a la pelota para que siguieran alerta y para aumentar su energía hasta lo que yo llamo «jaleo feliz».

En mi libro un perro equilibrado es aquel que no se deja llevar en una situación de caos siempre que su dueño o el líder de su manada mantenga la calma. Tina y Christine fueron unas estupendas líderes de la manada entre bastidores. Mantuvieron la sala VIP en calma, evitaron que las personas más emocionadas pusieran nerviosos a los perros y éstos supieron en todo momento que estaban a salvo y en buenas manos.

Tina afirma: «Los perros no estaban nada nerviosos, sino relajados y felices, emocionados por encontrarse en un entorno nuevo e interesados en todo cuanto sucedía alrededor. Al menos diez personas se me acercaron para decirme: “Qué bien se portan estos perros”. Incluso hubo quien quiso adoptar a Spot al verlo».

Por fin llegó el momento de que presentara el premio al mejor doble de acción. Tina y Christine subieron a los perros y yo, con los patines puestos, me reuní con ellos entre bambalinas. Era una zona estrecha y tuvimos que esquivar cables y a los atareados tramoyistas que corrían alrededor.

Cuando enfrentamos a un perro a una situación poco familiar para él podemos suavizar su adaptación si introducimos algo que sí le resulte familiar. Sin lugar a dudas los patines les resultaban familiares. En cuanto vieron los patines comprendieron: «Vale, esto es divertido. ¡Nos ponemos en plan migración!». Como había patinado tantas veces con ellos por las concurridas, ruidosas y enloquecidas calles de South Central, estaban perfectamente preparados para escoltarme con tranquilidad aunque patinara en medio del caos y del bullicio. También sabían que cuando yo me detuviera ellos tenían que detenerse, ya fuera para cruzar la calle o para dejar pasar a otras personas u otros perros. Al ver los patines la manada me miró con gesto de «¡vale, sabemos qué quieres que hagamos!». Y como les encanta verme patinar, tenían una energía muy alta, emocionada y positiva.

Sin embargo, antes de salir a escena la energía que nos rodeaba era tensa y frenética, y no podíamos prepararlos del todo para eso. Si sólo se hubieran fijado en esa atmósfera, se podría haber creado una respuesta nerviosa en ellos. Pero gracias a mi relación con la manada el único que les mandaba señales emocionales era yo. Como me mostraba tranquilo y era evidente que toda esa conmoción no había alterado mi estado de ánimo, se contagiaron de mi energía mientras pasaban por la misma experiencia. Es la recompensa a una relación de fuerte liderazgo con ellos. Si la reacción de un perro es: «Oh, esto es nuevo para mí», nos mirará. Si ve que seguimos tranquilos y que le comunicamos claramente lo que queremos de él, pensará: «Vale, muy bien, supongo que vamos a hacer lo mismo que ya hemos hecho cuando pasa un autobús, cuando alguien toca el claxon o cuando alguien abre un paraguas».

La ceremonia de los Emmy ofrecía nuevas experiencias, inesperadas y posiblemente inquietantes, pero los perros ya habían compartido conmigo al menos mil experiencias similares y todo había salido bien: incluso se habían divertido. Así que los Emmy fueron su experiencia mil uno. Sencillamente otra gran aventura que compartimos.

Fue un día largo para todo el mundo. Mientras yo volvía a casa en la limusina, Tina y Christine llevaron a la manada de pitbulls, agotados pero felices, de vuelta al Centro de Psicología Canina en la furgoneta que habíamos alquilado. Christine dice: «Recuerdo que al atravesar esos barrios tan duros de South Central Tina me miró y sonrió. Preguntó: ¿Crees que estamos seguras con seis pitbulls en el coche? Soltamos una carcajada. Fue una noche mágica».

He relatado esta maravillosa experiencia que vivimos porque quiero que le quede claro que puede lograr cosas alucinantes con su perro tan sólo mediante el equilibrio y una relación marcada por un fuerte liderazgo.

Las normas de César para que un perro afronte una situación extraña

  1. ¡No permita que su perro se enfrente a una situación nueva sin haberlo preparado previamente! Busque formas creativas para ensayar mucho antes del acto en sí. Asegúrese de que actúa con calma y firmeza. Cuantas más veces haya mostrado su liderazgo en distintos entornos, más confiará su perro en usted por muy nervioso que esté él.
  2. Si es una situación que le permite preparar al perro en el mismo entorno, ¡mejor aún! Que el perro vaya asimilando el sitio con tranquilidad, diversión, cariño y chucherías.
  3. Lleve algo que le resulte familiar a su perro, algo que identifique con la calma, la comodidad o la alegría. Por ejemplo, para los pitbulls los patines eran un símbolo de su actividad favorita.
  4. Satisfaga las necesidades básicas de su perro: por supuesto, de formar regular, pero sobre todo ese día en especial. El ejercicio extra siempre ayuda: es más probable que un perro cansado y sin energía acumulada se relaje y no se estrese en una situación nueva.
  5. Por último, revise su propia energía. ¿Se muestra inseguro en esa nueva situación? ¿Nervioso o trastornado? Si es así, ¿cómo pretende que su perro esté tranquilo? Enfréntese a su propio miedo, a la ansiedad o a la frustración antes de implicar a su perro en esa historia.
Adiestrado no siempre significa equilibrado

En los Emmy los pitbulls actuaron como esperaba porque estaban equilibrados y porque entre nosotros había una relación sólida y una comunicación clara y consistente. Los perros sabían exactamente lo que quería de ellos, y yo sabía lo que ellos querían y necesitaban de mí. ¿No es asombroso lo que se puede conseguir mediante el equilibrio con seis perros satisfechos? Otra persona podría haber sacado a ese mismo escenario a seis perros adiestrados. Estos perros podrían sentarse, quedarse quietos, rodar por el suelo y saltar por un aro. Pero ¿qué pasaría si se produce un accidente entre bastidores o alguien del equipo tiene un ataque de pánico? Si los perros están adiestrados pero no equilibrados, pueden surgir problemas.

Lo cierto es que vivimos en un mundo a menudo estresante y competitivo, y conocemos a miembros de nuestra propia especie que están adiestrados —o muy preparados o tienen un gran currículum— pero no están nada equilibrados. Creo que el mundo evita situaciones conflictivas porque los gobernantes son muy inteligentes, aunque no por ello han de tener un mayor sentido común o preocuparse realmente por el resto de su manada humana. Necesitamos más personas así en puestos de poder para devolver el equilibrio a nuestro mundo.

Lo mismo pasa con los perros. En
El encantador de perros
, y en varios casos privados que he tratado, he trabajado con algunos de los perros mejor adiestrados de Norteamérica, pero como sus necesidades como animal/perro no habían sido satisfechas, estaban desequilibrados, y por tanto, en cierto modo, eran menos fiables. Algunos se mostraban frustrados y agresivos, otros tenían algún tipo de obsesión y otros habían desarrollado miedos y fobias.

Gavin, un agente muy especial

L. A. Bykowsky es una veterana de 25 años del Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de fuego y Explosivos (ATF). En 2002 añadió otra resposabilidad a sus obligaciones oficiales: encargada de perros. Le asignaron un perro muy especial: un amable, tranquilo y bien educado labrador llamado Gavin.

Juntos, L. A. y Gavin entraron en el Programa de la ATF para el Adiestramiento Canino para la Detección de Explosivos. Gavin se graduó tras ser capaz de detectar el olor de hasta mil novecientos explosivos diferentes. Su protocolo después de buscar consistía en quedarse sentado donde hubiera detectado el olor sospechoso. Su nueva habilidad situó a Gavin en primera línea en la guerra contra el terrorismo.

Nada más graduarse, L. A. y Gavin se embarcaron juntos en su nueva aventura profesional. «La verdad es que en estos cinco últimos años he pasado más tiempo con Gavin que con mi marido», me dijo L. A. Trabajaron en varios actos de la Super Bowl y de NASCAR antes de que los enviaran a una misión en Irak.

L. A. afirma: «En Irak jamás se cerró. Cuando había mucho ruido se estremecía y temblaba, pero, bueno, yo también». Evidentemente Gavin estaba estresado por la experiencia, pero se aferró a los protocolos de su adiestramiento y siguió trabajando. Sin embargo, nada más regresar a la casa que compartía con L. A. y su marido, Cliff Abram, en Pompano Beach, en Florida, tuvo que enfrentarse al trauma adicional de dos huracanes casi seguidos. El viento, la lluvia, los truenos y los relámpagos, seguidos de los fuegos artificiales de las celebraciones del 4 de julio, acabaron por atacarle los nervios. Como recuerda Cliff: «Iba corriendo de cuarto en cuarto, y no podía dejar de temblar. Ni siquiera comía. Después de aquello era imposible meterlo de nuevo en casa».

A partir de ese momento cualquier ruido —un contestador automático, un teléfono, una sirena, una alarma de incendios—lo convertía en un tembloroso montón de gelatina. Víctima de lo que para L. A. era una forma canina de estrés postraumático, Gavin se vio obligado a jubilarse tras cinco años de condecoraciones y de servicio a su país.

Cuando visité a L. A. y a Cliff en su casa de Florida ella me dijo: «Lo que realmente quiero es que Gavin pueda disfrutar de su jubilación y que no esté asustado todo el tiempo».

Gavin era un perro muy bien adiestrado, pero no le había impedido tener un grave problema de conducta, un problema que no sólo amenazaba su propio bienestar, sino también el de su familia. Desde el primer momento tuve la sensación de que se trataba de un perro al que durante mucho tiempo no habían permitido ser él mismo: esto es, ser primero un animal perro.

«El trabajo que ha estado desempeñando no es instintivo. Olisquear explosivos no es algo instintivo. Olisquear a un pato sí es algo instintivo. El material explosivo es algo que creó el hombre para el hombre. Ha sido Gavin, labrador, de la ATF. No un animal, un perro, una raza, un nombre propio», les expliqué.

Mientras yo hablaba, Cliff asentía, pensativo: «Cuando terminaron el curso de la ATF nos dijeron: “Ya no es una mascota, es una herramienta”. Durante todo ese tiempo se te olvida que es un perro».

Mi objetivo era ayudar a que recuperara su esencia de «perro». Pregunté a L. A. y a Cliff si podría traerme a Gavin al sur de Los Ángeles.

En el Centro de Psicología Canina Gavin fue recibido por la manada con nuestro tradicional sosiego: sin tocar, sin ladrar, sin mirar a los ojos. La manada se acercó a él y lo olisqueó, acogiéndolo al instante como uno más. Si observan cómo se saludan los perros, verán que se comunican fundamentalmente en silencio. Primero va el hocico, luego los ojos y después las orejas. Se hablan por el olor, luego por la mirada, el lenguaje corporal y, por fin, por el tacto. Por otro lado, el adiestramiento humano casi siempre comienza por el oído. Ése fue el estilo empleado por la ATF para adiestrar a Gavin y convertirlo en un heroico perro trabajador. Durante sus primeros días entre la manada yo delegaba en los otros perros para que lo ayudaran a relajarse y asimilar nuestra rutina. He comprobado cientos de veces que una manada de perros puede hacer más rehabilitación en una hora de la que puedo lograr yo solo en unos días.

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